sábado, 3 de marzo de 2012

Una historia sin título.

N estaba  corriendo por el parque. No le gustaba mucho salir a correr tan temprano, pero los días se llenaban de cosas absurdas que hacer sin dejar otros huecos que aquellas mañanas, recién salido de la cama.
En la cocina, hacendosa, O preparaba el desayuno pacientemente, alineando los componentes para no dejarse ninguno sobre la marcha, y tenerlos todos a la vista para su uso, y lo que era mucho más importante, su disfrute.
Cuando N doblaba por tercera vez el árbol donde los barrenderos fumaban su pitillo, unas gotas finas comenzaron a caer. Miró a sus pies, viendo como ante sus pasos comenzaba poco a poco a formarse charcos y pasos de barro.
Al segundo bocado de la tercera tostada del primer café, O escuchó las gotas golpear en su ventana, primero con timidez y luego con algo más de alevosía, reclamando la atención que parece que allí les correspondía. Fue entonces cuando O recordó que tenía colgadas todas las sabanas en la terraza y que se mojarían si no las cogía pronto, dejando así enfriarse el café.
N corría más deprisa, temiendo empaparse cada vez más y más, bajo la fina capa de cala-bobos que era aquella lluvia, ya que el camino que le quedaba cuesta arriba hasta llegar a su casa se llenaba de trampas para no dejarle resguardarse ni un momento. A cada zancada notaba como una gotita se condensaba por debajo de su oreja derecha, goteando en su hombro, fría y malvada.

Por mucha prisa que se diera en quitar sábanas, O ya estaba tan mojada como ellas, y de nada servía correr, pues tendría que volver a lavarlas. Después de recogerlas todas, su pelo empapado y sus ojos empañados le devolvían una curiosa imagen desaliñada en el espejo del baño.
Nada mas llegar, se quitó las zapatillas llenas de barro para no manchar mucho el suelo del piso. N fue derecho al baño para desnudarse y meterse en ducha de agua caliente y sacarse la lluvia y el frio que le había calado los huesos.

O terminó de secarse un poco el pelo mientras recogía los restos del desayuno.
N salió del baño y llamó por teléfono a cuatrocientos kilómetros de su casa.

¿Diga?  (Respondió O)

Llueve  (Dijo N)

O y N estuvieron callados siete segundos.
¿Sabes? (Preguntó N)

Que (Dijo O)
Quizá nos haya mojado la misma nube… (Aunque no se veían, O y N, se sonrieron y colgaron)