jueves, 24 de enero de 2013

...y la vida siguió...


Alzó un poco la cabeza para tener una mejor vista. Para mirar mejor. Levantó la barbilla con cuidado de no mover ni un centímetro de las sábanas que no fuera necesario. Observaba con detenimiento como respiraba, lenta y pausada. Aun no había amanecido del todo, pero por las pequeñas rendijas que había en las persianas ya se intuía la luz del día mezclada con la anaranjada luz de las farolas. Se podía ver la sombra entrecortada de los barrotes de la ventana proyectada en la pared. Detalles. Tantos detalles. Quedaba tiempo aun para soñar un poco más, para intentar no desperezarse de aquel calor. Suspiro profundo que cierra los ojos y acomoda el cuerpo caliente al otro cuerpo. Pieles desnudas que son imanes. Que se buscan. Medias vueltas que ajustan y componen. Notó como se aferraba una vez más a su cadera, como si volvieran a comenzar la noche. Recuperando las posturas y posiciones. Calor de cama con aroma a cuerpos dormidos. Media vuelta más. Notaba como su cabeza buscaba su pecho, se acomodaba y llegaba con sus pequeñas manos acariciando sus labios. Su pecho se oprimía contra su cuerpo, generoso, dándose todo. Ahí, en ese momento de cercanía, cuando los corazones estaban más cerca, abrió los ojos. Claros, limpios, inocentes. Ahí, en ese momento, volvieron a mirarse sin hablarse, a besarse sin decirse, a recostarse sin moverse. Medias vueltas que hacía la cama estrecha. Suspiros desnudos de intenciones. Como resortes, de una forma instintiva, los cuerpos se buscan. Los cuerpos hacen su trabajo de una manera caliente. Sus manos se buscan al ritmo que se buscan sus bocas. Las farolas ya no colaboran con la luz, y el frio de fuera se intuye al sol. Las personas adormiladas se acumulan en el centro de la cama. Se respiran. Se funden. Ahí, en ese momento, lo carnal despierta y los cuerpos se vencen. Movimientos a medio despertar que ahogan los suspiros, las caricias, los besos, los roces, el sexo, las manos, las bocas, los pechos, la lengua, los labios, las caderas golpeándose, las respiraciones, el placer, la excitación, el movimiento, las miradas, los Ojos, los mordiscos, la muerte… Vencidos, al nuevo amanecer, a las nuevas luces de la mañana. Separados un segundo para coger carrerilla, unidos un instante para despedirse… susurros de Buenos días susurrados con dormidas y aun adormilados placeres… Se levantó despacio, lento, reflexionando para dejar que la ducha caliente ayudara a asentar tan buen despertar, tan maravilloso soñar, tan cálido mundo. Tras la ducha meditada, el café improvisado, la salida casi furtiva, la nota en la cocina, la mirada última por la ventana. Volvió hasta aquel mundo de risas que tan bien siempre se les dio vivir. A rememorar caricias, a comprobar que todo aquel sueño había sido tan grande realidad. Se acercó, de nuevo, como otras veces para dar aquel último Beso de Café… Caliente, cálido, calmado… se miraron como tantas veces. Con todo amor. Adiós. Adiós. Te quiero. Te quiero. Se feliz. Tu también. Nos miramos. Pronto. Felices. Separados. Juntos. Caminando. Recordando. Olvidando. Riendo. Aprendiendo. Estoy cerca. Lo sé. Hasta pronto, O. Hasta siempre, N.

Morir sólo es morir. Morir se acaba.

Morir es una hoguera fugitiva.

Es cruzar una puerta a la deriva

y encontrar lo que tanto se buscaba…