jueves, 17 de septiembre de 2009

Capitulo 7.(y último)

O

“No es nada fácil.”

“No Señor”

“Es complicado”

“Sí Señor”

Silencio

La puerta retumbó con el eco que solo la inmensidad del cielo puede dar. Pero allí volvía a estar, en aquella sala como tantas veces antes. La responsabilidad del cargo hacía que muy pocos pudiesen llegar a donde él podía hacerlo, pero, evidentemente, cuanto más poder se tiene, más dificultades se encuentran en el trabajo.
Y ahora lo dejaría de hacer, ya no quería hacerlo. Había pedido permiso para salir a buscarla y no lo conseguía. Es el momento de escapar de allí.
El trabajo era sencillo, sólo tenía que verificar que toda alma llegaba a su destino. Sin más. Allá donde algún pobre cuerpo era despojado de su alma, allá que se encontraba él. Un Principado del Tercer Coro, que dirían los más puristas.
Descubierto en su trabajo, y desposeído de su poder por rebelarse, por querer salir de allí para buscar a una mujer, por desobedecer, por no seguir su camino, se encontraba en tierra de nadie. Mejor dicho, ahora se encontraba en el otro lado, aquel contra el que siempre había luchado, frente a todo ello. Frente a ella.

“Un ángel caído frente al Ángel Caído”

Un dolor inmenso le sacudió, como algo sobrenatural, como si mil golpes arañasen su espalda, como si toda la ira del Cielo y del Infierno cayese sobre él, como si su pecado y su culpa no fueran a ser perdonados nunca. Como si viese ante sus ojos la imagen más bella y supiera que nunca seria suya. Fulminado por aquel dolor, desde el suelo, pudo contemplar la belleza de aquella mujer por última vez.
No podía morir, no podía vivir. Expulsado del cielo, deambulante por el infierno, la oscuridad que lo envolvía no tenía ningún sentido. ¿Es amor lo que lleva a dejarlo todo hasta los confines del bien y el mal? ¿Es una fantasía? ¿Es la soledad infinita y el clavo ardiendo?

Es todo una metáfora, un viaje, un sentir extraño en la oscuridad de la vida, llena de ruidos que nos desbordan, de trabajos que nos hacen pensar que el tiempo pasa indolentemente, de personas que importan y que dejamos escapar, o que no importan y hacemos que sean fuertes en nuestras vidas.
De pie, desnudo, oscuro.

Una luz al final. Siempre hay una luz que ilumina la esperanza, la siguiente parada, la vida o la muerte. Y tras esa luz, otra puerta...

jueves, 10 de septiembre de 2009

Capitulo 6.

N

Atado a la cama, fustigado, castigado, harto de placer y sin poder dejar de gemir, desnudo, dolorido, absorto en mil y un orgasmos, las muñecas rozadas, las cuerdas tersas y duras, sudoroso y con la mente en blanco. Esa era su imagen.

No tenía claro si aquello había sido un castigo…

La mujer se alejaba, contoneándose aun desnuda sobre los tacones, dejando tras de sí una estela de placer y de calor, un olor a sexo y a sangre, como si de un cuento de Bataille se tratara.

Estaba inmóvil. No podía mover un musculo de su dolorido cuerpo tras aquella batalla campal que aun dudaba si había ganado o perdido, si habría conseguido superar aquella prueba, o si sólo habría sido un castigo por atreverse a tanto. Pequeños espasmos recorrían aun su cuerpo y hacían que se aflojaran las ataduras de sus manos, más y más flojas, como su cuerpo, como su mente.

En la artificiosidad de aquella estancia ya no quedaba más que oscuridad, esa misma que se había tragado a la Virgen de los Infiernos, y que de nuevo, sólo mostraba, ahora entreabierta aquella nueva puerta.

Casi arrastrándose, como usando su último aliento, llegó hasta aquella nueva estancia, puerta, prueba o lugar. Levantándose, apoyado en la puerta comprendió al ver lo que le deparaba que aun quedaba mucho por recorrer, pero que un final estaba cerca, o al menos un punto de parada.

Al otro lado de la puerta, tal como la recordaba, tal como la había guardado en su retina. Allí estaba, sentada en un trono, aguardándolo.

Parecía que su cansancio cesaba, que su cuerpo se recuperaba, que su vida volvía a tener la plenitud que necesitaba, la claridad de ideas que tanto le había hecho destacar, y las ganas y la necesidad de acercarse a ella, a esa mirada pálida que no se le había borrado ni un solo segundo de su cabeza.

Ahora era diferente, parecía distante, fuerte, segura. Nada que ver con aquella imagen frágil empapada bajo la lluvia, con ese recuerdo de debilidad. Pero su hermoso cuerpo pálido, su pelo, su desnudez, seguía siendo la misma. Los ojos se buscaron entre aquella distancia, encontrándose sin miedo, y ella, en un susurro, volvió a repetirle aquella letanía:

“Dejad los que aquí entráis, toda esperanza”

Esta vez era una advertencia. Una línea de seguridad entre los dos. Entre el bien y el mal, entre un ángel y un maldito, entre la búsqueda de la paz y la paz misma… o lo que podría ser la paz.

La hora había llegado, y era el momento de tomar todas las decisiones.

“Con lo mal que se me da elegir…”

viernes, 4 de septiembre de 2009

Capitulo 5.

R

Lo que sostenía aquella mujer era…

“Mal rollo…”

La fusta se movía veloz, susurrando en el aire, amenazadora, con la sabiduría del placentero dolor que causa, y con una sonrisa por acompañante.

La mujer que ahora distinguía no tenía nada que ver con lo que hasta allí había conocido en aquel viaje: de formas increíblemente perfectas, redondas curvas, tersa piel morena y una luminosidad propia que rompía la oscuridad del lugar.

La fusta se movía veloz, administrando la distancia entre ese ser (no podía ser real algo tan aparentemente perfecto) y él. A pesar de esa distancia los ojos azules se distinguían, las facciones claras, marcadas, hermosas, el pelo rubio cayéndole por los hombros. Era la imagen más perfecta de cualquier representación divina: “¡La Virgen…!”

La divinidad, fuese del mundo que fuese, debió haber leído aquel pensamiento, pues su sonrisa se transformo en una carcajada, y una mirada profunda que dijo todo lo contrario: “De Virgen, nada”

La fusta se movía veloz, como indicando en cada momento la dirección a la cual debía dirigirse, la velocidad para moverse y con cuanto cuidado hacerlo. Ella parada sobre sus tacones seguía mostrando aquel cuerpo desnudo, fabricado obviamente sólo para el pecado.

La habitación se había iluminado casi sin darse cuenta. La presencia de aquella mujer había hecho que por un momento olvidara donde se encontraba realmente, dejándolo absorto en un solo pensamiento. Ahora en lo que le había parecido una estancia totalmente vacía se encontraba una cama, y ya podía distinguir al fondo, tenue pero visible, lo que parecía la única puerta de salida.

La fusta se movió veloz, tanto que casi pudo sentirla en su cara, pero lo que hizo fue rozar su camisa, fugaz, dura, precisa, lo justo para romper los primeros botones que la abrochaban. El segundo golpe terminó el trabajo.

Los pasos intimidatorios hicieron que su respiración se acelerara, y que su pulso se acelerara. Estaba tan cerca que podía notar el calor que emanaba de aquella mujer de aquel cuerpo, de aquel pecado en estado puro, que extendió sus manos para sacarle lo que quedaba de la camisa.

La fusta se movía lentamente, acariciándole y llevándolo hasta aquella cama, donde parecía que pasaría lo inevitable, o lo que todos se imaginan que podría pasar, o muchos desearían que pasara, o quien sabe quien no querría que ocurriese…

La fusta se movía…

miércoles, 2 de septiembre de 2009

4.

Parece que pasamos del todo a la nada, del calor al frio, del verano a “no se sabe que” cuando pasamos la frontera de Agosto y entramos en Septiembre. Lo dice la tele: en cuanto “El Corte Inglés” decide que empiezan las ofertas de los “Corticoles”, las publicidades de coleccionables en fascículos, o las nuevas series de la temporada en televisión, se termina el verano, así, de un plumazo. Está todo el pescado vendido, vamos cuesta abajo a la fiesta de Todos los Santos, y de ahí, en un “plís”, Navidades, y de que te das cuenta estás de Carnaval, y una vez saltada la Semana Santa (si yo mandara o mandase, prohibida) el tercer trimestre escolar pasa en un “santiamén” y nos plantamos en verano, que se pasa volando, y de nuevo, again, Septiembre… (Llaman a la puerta)
Perdí el hilo… Llevo todo el verano de obras en el cuarto, y por si no fueran suficientemente molestas, todos los operarios de las obra, llaman a mi piso… ¿Qué hablaba? Tontás seguro…ah, sí, del verano…
Ha sido un verano bueno. Extraño, curioso, cansado, pobre, bueno en definitiva. No podía ser de otra forma, a vueltas con el año de la crisis de los 30, si hubiese sido de otra manera, qué decepción… Al final me lo he pasado viajando, y mira que no me gusta nada, pero antes la obligación que la devoción. Aunque esta vez, casi han caminado de la mano y… (Suena el móvil…)
Así no hay quien se aclare, con lo difuso que yo soy… He quedado para dentro de un rato, odio las reuniones de trabajo en las que sabes que no hay ningún trabajo que hacer… ora et labora…
Bien, bueno, vale… el verano… los amigos, los reencuentros, hacer el indio, retomar aquellos años cuando teníamos menos años, cantar “Billy Jean” a capela, beber ginebra en cantidades industriales,(descubrir que aquello es malo para las transaminasas), pensar que nos hacemos mayores, que no hay nada como salir en zonas con mucho ambiente, descubrir que somos un grupo de amigos que crece, que se quiere, que anda y ríe, y que seguramente por muchos años que pasen, no se dejará de sentir cerca. (Pita un “sms”, leamos…)
¿Por qué no trabajaré en un banco, que es lo quería mi madre? Se adelanta la reunión, ¡maldición! Toca ducharse, viene gente importante. El final del verano… ¿en eso estaba, no?
En los veranos también se reencuentra uno con viejas amistades, es lo que tiene que todos vacacionen en agosto, que unos van, otros vienen, de otros nos alejamos y así esperamos que vuelva septiembre para acercarnos. Hay cosas que nunca cambian, por eso resistimos. (¿Qué música pongo para la ducha? Mmm “I´m yours” obviamente)
Odio el verano, y salir de la bañera sudando, seguro que es por culpa de la bilirrubina. Odio los médicos. Me tengo que marchar. Que dura es la vida del artista. Antes tengo que dejar esto terminado, que ya es el colmo, me han pedido que lo dedique…
…for Charles, The Lord of the Glees…