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martes, 25 de octubre de 2016

Año Ocho.

Ser y Estar.
Los recuerdos se acomodan a nuestros presentes, y un hecho traumático pasado puede ser recordado con nostalgia y con cariño y hasta con añoranza en una ensoñación actual... como por ejemplo, mi primera clase de inglés. Creo que mi extenso vocabulario castellano está falto de palabras para describir mi total negación y aborrecimiento de la tan loada lengua de “Chespir”. Pero, he aquí que mi memoria dulcificada me trae a un grupo de amigos entusiasmados con su primera clase de inglés en sexto de EGB, contando a voz en grito por la calle lo apasionante y fácil que era el afamado verbo “TU BI” y lo útil, y lo maravilloso y lo curioso que me resultaban estos ingleses teniendo un solo verbo para decir “ser y estar” Un recuerdo genial y luminoso. Ser y Estar, dos cosas que a mí, antes y ahora, me parece tan importante separar. Así me va con la lengua esta del demonio... Pero sirva este sonriente recuerdo  para seguir con el SER y con el ESTAR sin recuerdos, en este presente. Los momentos acuden irremediablemente y a veces con la suficiente conciencia para poder estar preparados y ser consecuentes. Llegan con ellos un par de ideas que me van saturando,  dos elementos tan máximos como lo son el tiempo y el espacio. Ese espacio que nos hace estar en lugares y este tiempo que nos hace ser conscientes de no estar en el territorio adecuado cuando se debe. Muchas cosas de esta vida en carretera que a veces coinciden y se aúnan con la casualidad. Siempre pasa, ya lo sabemos, los tiempos no nos respetan. Muchas vueltas a esta idea de querer ser y no poder estar. De visualizar la desgracia presente de no vivir ese futuro que nos permita viajar en segundos. Quiero estar en muchos sitios a la vez, o no a la vez... pero quiero estar. Quiero ser importante y sentirme así a cada segundo. Quiero ser y estar. Pero no se puede siempre. Ahora que llegan las fechas de recordar que un día empezamos a escribir, también quiero estar aquí, estar escribiendo con continuidad, pero no lo hago tampoco; no sé si los ingleses tienen una palabra para QUERER y PODER, tendré que buscar el idioma adecuado. Pasan los años y vivimos en estadios vitales evolutivos, eso es la vida, nada nuevo en los cajones de los lugares comunes, y aquí seguimos, o al menos queremos seguir, desempolvando direcciones de blog para escribir estas reflexiones y compartir con el espacio sideral, el ciber espacio, esta idea de querer ser y poder estar. Muchas líneas he escrito desde la última vez, podría hacer un corta pega de las entradas de este blog, repetitivas y manidas a veces, ilusas en otros días. Poder ser, y querer estar, para darle la vuelta. Mi vida, mi momento universal, se encuentra en un pequeño bucle, un retroceso de las decisiones presentes, que espero recordar en un futuro con buen color y anhelo. Mi Bien és y está, independiente de la distancia, completando las líneas que no escribo y ayudando a escribir las líneas que año a año completo en otros papeles, folios, hojas y cuadernos. Con eso me contento, con estar buscando ser al lado de otro de ser. Ahora, ocho años después de las primeras líneas, estas líneas se escriben bajo el paraguas de estos días, que son los que son, en los cuales pienso mucho en los lugares en los cuales no estoy queriendo estar, en las líneas que escribo queriendo ser, y en las palabras que me gustaría decir para aquellos a los que me gustaría hacer sentir que estoy.



viernes, 1 de enero de 2016

Año Siete.

Con retraso.
Con meses de retraso. Quizá, puede, quien sabe, no sea un retraso, sino un acondicionamiento circunstancial del tiempo, que como todos sabemos es relativo. La verdad es que estas líneas son un regreso al pasado, una retrospectiva de las palabras que nunca se escribieron en un momento laxo. No quiero decir que debían haberse escrito, o que tenían que haber sido escritas unos meses atrás... no hay condicionales imperativos en la búsqueda de los discursos acompasados a la inusual experiencia de la escritura. Simplemente no llegaron cuando el tiempo común marcaba y han llegado ahora. Igualmente, de la misma forma vienen a significar lo semejante: aquí estamos. Ahora loando doble: el tiempo que pasa en mi particular contador de historias y el tiempo mortal, terrenal, marítimo y casuístico que nos coloca a primeros de un nuevo año. Celebremos que seguimos pues dejando impronta vulgar de andanzas. “Grandes cosas han pasado” que diría Marcela, pese a ellas, o por ellas, las letras no se dejaron pensamientos en el camino. Historias de amor, de desamor, fantásticas, míticas, vulgares, sonoras, familiares, clásicas y postmodernas que se escribieron con mayor o menor credibilidad y certidumbre, vehemencia o parsimonia, con la diferencia de la canalización. Aquí, este pobre “blog” que me atormenta ha sido el que más ha sufrido las andanzas vitales devenidas en el terreno, y que hacen que se busquen otras fórmulas más atractivas: wasaps, correos, algún “sms”, cartas, un “twit”, postales, guiones, aquel “post” de “Instagram”, relatos, notas al pie, “posits” escondidos, dedicatorias en un libro viejo, aquel “chat”,  notaciones en la agenda, letras en un espejo empañado... todo lo escrito, escrito está. Ahora,  para aunar estos esfuerzos, hago promesa de propósito de año nuevo, de nuevo año, para no dejar caer la tentación de la vagancia que me empeña en recordar que esta ventana que se abrió aun quiere ser ventilación y vano de vida, de alma y de espíritu. Este escaso año de entradas, de melancolías, de ideas absurdas que publicar se llena de personas que cubren con creces las necesidades de vaciarme, de sonreír o de llorar, y que de repente restan poder a esa vía de escape que era, y buscar mi Bien consigue que no esté en otra cosa tan simple o compleja, que en la de ser feliz y vital, y que mi amante, falso/verdadero/ritual vaya ocupando lugares de noches y escrituras, correcciones, dramas, versiones, luces, sombras, adaptaciones, críticas, recursos, recuerdos y mágicos deseos en detrimento de este primigenio manual. Los inconscientes seguirán su curso con independencia de que alguien se hubiera autoproclamado guía de seguimiento, cosa que ciertamente ni me preocupa ni alivia, ya que nunca hubo ejército al cual arengar. Así están las cosas a dos de enero. Al inicio del año séptimo, como si de una nueva era se tratara, volvemos a pensar y repensar palabras, sintagmas, para no caer en olvidos, para recordar miradas, asesinatos, frases, sentimientos, idiomas difíciles de aprender, pequeños países que visitar, grandes Imperios que seguir conquistando y viajes a la luna pendientes.
Quizá Brecht se empeñe siempre en la idoneidad de los tiempos para ser más o menos líricos, pero no era más que un apunte para motivar a las siguientes generaciones. Así haremos, y nos escribiremos vidas, cigarros y balcones, ventanas y luces, lunares y pieles, que se confundan con la realidad, que tienen aquí un bonito lugar para perderse.
Quizá un año sea el último. Pero no será este.

Quizá sea luego, o después...

domingo, 16 de noviembre de 2014

Año Seis.

Llevaba unas semanas dándole vueltas este día... Pensando en escribir sobre este año de Amor. En este año de Pasiones. En este último año de intensas vidas. De letras apagadas, de canciones descubiertas, de miradas, de encuentros: para hablar de mi, de la Mujer, de montañas, de teatros del mundo, de palabras, de versos, de besos, de cambios, de casas, de lugares perdidos, de planes frustrados, de planes realizados, de miradas fugaces entre gente, de secretos, de listas interminables de acontecimientos que ocurren en semanas y segundos entre un año y otro. De la Luna. De lo que me mueve a escribir, de lo que me mueve a escribirte, de lo que me mueve a no recordar los sueños, de las necesidades de teclear año tras año palabras, entradas, post, e ideas felices y peregrinas. Llevaba unos días luchando contra los pensamientos espirituales, contra los deseos y contra los deberes. Echando de más y de menos, odiando sistemas, sintiendo rarezas de recuerdos, advirtiendo soledades y necesidades. Con el alma encogida y el corazón ensanchando su hueco. Llevo horas pensando... Ahora. Los aniversarios, nos impiden mirar al futuro porque se celebra el pasado. Se conmemora la duración y la permanencia. La resistencia al paso del tiempo, el triunfo de la continuidad. El peso de lo ya hecho. No es malo ni bueno, no es nada. Es el punto marcado para tener un recuerdo. Recuerdos. Mirando todo ese pasado, todo ese tiempo recorrido, al final, el deber que nos tenemos que poner es el de vivir cada momento para dejar un recuerdo cultivado, luchado y amado. Frases hechas que toman un poco de sentido común para no dejar sensaciones de fracaso, de no haber estado ahí, de no haber intentado vivir cada situación como si fuera la más importante de la vida, de sentir que aunque no es lo que debemos hacer, és lo queremos hacer; la espera, la continuación, la vida que queremos tener y no podemos. Es querer romper las distancias y los tiempos y las costumbres. Es llorar sin miedo delante de todos, es reír sin miseria, es amar de una forma casi pornográfica porque no dejamos de mostrarlo todo, de darlo todo, de mojarlo todo. Es vivir. Mañana será otro año. Mañana será tarde. Mañana sera el principio de otro final que nos moverá a otras entradas en otras casas. Mañana será otra silla en la que sentarse. Mañana no existe. Recuerdos agolpados será mañana. Aquí se encuentran todos y no se nombra ninguno... Aquí me libero de todo. Aquí le escribo a nadie pensando que lo lees tú. Aquí me invento una vida falsa camuflada de verdades. Aquí me despisto y me pierdo. Desde aquí puedo ser siempre un mentiroso. Recuerdo mis mentiras. Busco entre las lineas pasadas las verdades que dejé escritas para encontrar tantas lecturas como Ojos quieran verlas. Recuerdos tristes, porque parece que es lo que más nos gusta celebrar, aunque a veces me niegue, y me busque haciendo lo que me da la gana porque necesito sonreír a pesar de todo para recordar el momento. Llevaba minutos intranquilo, sintiendo que mi tristeza se quiere escapar, porque las pérdidas eternas nos empujan, porque nos frenamos ante la vida, porque necesitamos estar y ser y querer y dar. Me niego a tantas cosas... me niego a pensar que no se pueden recordar pensamientos futuros... me niego a no querer, a no amar, a no sentir cada paso, cada pasión, cada mirada y cada palabra, aunque me cueste la vida...porque no nos queda otra que buscar ese recuerdo que merezca la pena sembrar. Para que el día que no estemos, sólo puedan recordar que se murió viviendo todo. Para que el día que leamos otro año más, sea siempre un año menos de tristezas. Para enterrar a los enemigos, a las malas energías, a las desastrosas vivencias, a los dolores de alma. Cada año que pasa y escribo siento que pierdo algo, que dejo algo, que algo pasa... pero al mismo tiempo siento ganado un segundo de infinita paz, porque no se puede hacer de otro modo, no se puede hacer otra cosa que vivir con todo para morir sin nada que reprocharse, para morir sin nada dejado, para morir habiendo amado, escrito, actuado, leído, soñado, rozado, mirado, robado y sentir ese abrazo... El próximo año vendrán otras letras cargadas de tanta razón como estas tienen. El próximo año será la corrección de éste. El próximo, ése que empieza ahora, borrará como un diluvio los males adquiridos...

He llorado mucho este año. He amado más. He reído mucho este año. He ganado mucho más de lo que he perdido.
Todo queda escrito en tinta invisible...



                                                                                                                                     ...adiós Lalo...

lunes, 8 de septiembre de 2014

...Do you remember?

En septiembre, hace un año, empezó la temporada de la forma más extraña...
Comenzó con las funciones de “Luouella Persons” en el off del teatro Lara. Actuando... (es pues ésta la última vez que me vestí de actor) Ahí estuve, haciendo mi papel lo mejor que he sabido.
Otra vida de empresario que se ponía difícil, y aquella esperanza parecía que tendría su año, Ventana que se abría cada vez más.
Había que hacer las maletas.
En Octubre, una vez iniciado el curso, camino de Navarra, a Peralta, a compartir una vida, un mundo y una pasión durante dos meses y pico. Seis días seis de “Veraneantes” en Diciembre versión de “Los desviaros por el veraneo” de Goldoni. Un trabajo magnífico, divertido, fácil y maravilloso con un recuerdo especial para todos.
Las Navidades fueron viajeras, pero fructíferas.
A la vuelta, despedidas...
En Enero “Ruidos en la casa” se despidió de los escenarios (en ese momento no lo sabíamos, pero fue la última) Impresionante ver el teatro lleno y sin parar de reír. Bonito aquel domingo.
Desde Febrero ya estábamos preparando una nueva aventura en Madrid: “3023” Trabajos de amor perdidos eran...Ahí fue el desembarco también de otra compañía: un equipo maravilloso para “TAPE”  que me acoge  para ayudar, estorbar, poner malas caras y de vez en cuando, acertar.
Antes de Semana Santa empecé a preparar el final de curso. Siempre es un jaleo, pero este año encontramos el camino: “Presas” una maravilla. Adaptar para hacer un texto accesible y preparar dos elencos para dos puestas en escena en tres meses.
Marzo es el mes de teatro. Ahí despedimos, también sin saberlo entonces “Mujeres de arena” tras 45 funciones en tres años, en el Círculo Catalán (de Madrid). Si no me falla la memoria, tres funciones, tres...
Lo mejor, sin embargo, de Marzo, fue cruzarme con La Mujer. Por culpa del teatro, en un teatro, con mucho teatro, un Día del teatro.
Abril me lleva a estrenarme con los mayores y el CDN y “Boomerang” es su texto de ida y vuelta. Dos meses de trabajo que se hacen cortos por lo que se aprende de actores, director, dramaturga, jefes, técnicos y la sensación de las posibilidades infinitas de viajar...aunque sea a Rusia...
En Abril abrimos la temporada por fin de “TAPE” de un hotel en una Pensión.
Me daban ganas de llamar a Sabina y decirle que Abril lo tenía yo todo.
Hay una despedida más... y dejando puertas abiertas cerré aquella Ventana.
En Mayo estrenamos “3023” en “Espacio Labruc” con apoteosis todas las semanas, y mejores miradas un día, prorrogados hasta Junio. Trasladamos la habitación de nuestro hotel de “TAPE” a la sala principal del Teatro Lara. Impresionante esfuerzo.
Mayo es el mes de respirar, de saltar sobre olas, de pensar que todo pasa por algo...
De comenzar a buscar a Lope por aquel pueblo de Córdoba.
El 6 de Junio, volviendo a mis viejas etapas de profesor de teatro en colegios, dos grupitos de extraescolares mostraban nuestro trabajo de dos semanas con sus propios textos. Unas máquinas estos chavalines.
El 8 de Junio, sin respirar, estrenamos “Presas” en San Sebastián de los Reyes. Quizá de los más bonitos que recuerde, de los mas intensos, de los mas todo...
También me robaron el ordenador ese día... y la tablet... y la agenda... 
Solo diez días después, el 18 de junio estrenamos en la sala de “La Princesa” del teatro “María Guerrero” nuestro “Boomerang” viendo inquietantes y expectantes diez maravillosas funciones.
“Fuenteovejuna” de Lope, ya estaba en marcha desde Mayo y ahora faltaba el empujón final. Junio es un no parar. Un texto se avino en estas fechas... una idea feliz... un viaje futuro... un catalán empujando...
El 3 de Julio, cerramos la bonita etapa de “TAPE” y estrenamos nuestra “Fuenteovejuna”...bueno, no lo hicimos porque llovía. Mucho. Granizó y todo ese día...Así que lo retrasamos al 4 de Julio. Mala suerte. Es la primera vez que me pierdo mi propio estreno. Ese 4 de Julio estaba ya en Figueras, encendiendo el motor de “Metro” al mismo tiempo que se prendía el amor entre Laurencia y Frondoso.
Tres días en tierras catalanas para conocer a la compañía “Tequatre” que sería medio cuerpo de lo que habíamos decidido hacer para el FITAG 2014.
Julio también cerró la gira de Coque Malla, pero eso que lo ponga él en su web.
Dos meses de trabajo, a caballo entre Madrid y Cataluña, entre Alcalá de Henares y Figueres con la cabeza puesta en disfrazarme de otra persona, y como decía Aute, con este sentimiento tan terrible...
Así tan acompañado, llega  Agosto para estrenar en Figueres “METRO” y hacer que sus lineas lleguen a Girona y  Palafrugell. Unas funciones increíbles, con un alma en el escenario. Doce días de trabajo intenso a finales de mes para lograr que latiera un solo corazón a ritmo, de Zaz y su cajita y de unos paseantes tan perdidos como yo, que se encontraron en una luz...
12 meses...
94 almas...
68 representaciones...
9 compañías...
8 estrenos...
5 casas...
4 empleos...
2 mudanzas...
1 duda...

Así llegamos...


...September...

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Año Cinco.

Vacío. Ante el folio blanco que me mira. Líneas que se han borrado mil veces y que se han escrito sólo por el deseo de pensar que todo puede estar bien, que se puede seguir otra rutina. Para escribir hay que escribir. No hace mucho tiempo en un viaje en el metro, lo comentaron cerca de mí: “a veces nuestra vida, nuestros pasos, nos llevan a un destino que deseamos, pero tenemos que dejar atrás la creatividad para avanzar. Es un lastre”. La desesperación, el desasosiego, las ganas de tener entre manos esa idea maldita que nos produzca tal desazón que irremediablemente nos lleve al imperativo de alumbrar al mundo. Son lastres. Pero debemos ocupar nuestra cabeza con otras ideas más superficiales, menos íntimas, pero a su vez necesarias (o al menos eso nos hacemos creer) para caminar por esta vida que planteamos. Pasa el tiempo y a veces no se encuentra el momento, ni el espacio, ni la compañía. Pasa el tiempo y parece que no podemos detenernos a desocupar ese pequeño rincón que es aquella idea que es aquel recuerdo. Las ideas son como las enfermedades latentes, esperando un impulso que las haga activarse. Pero tenemos la pólvora mojada. Tenemos que comer, que vestirnos, que entrar y salir, que ser productivos, y quizá, quien sabe, esto sólo sea perder el tiempo. Encontramos en el camino aquella persona que nos ilumina, aquel trabajo que nos despierta, aquel lugar que nos hace respirar, aquellos amigos que nos motivan, y que alimentan el espíritu, pero entonces dejamos de sufrir por el folio en blanco. El tiempo de una palabra a otra que nos mueve para no dejar de pensar en lo importante. Rutinas que por un momento sólo queremos aceptar porque no son más que segundos programados para una vida mejor. Ahora es el momento de los puntos de inflexión, de los retornos y de los caminos escondidos que debemos explorar. Dejar atrás miedos y sombras, y dejarnos arrastrar por nuestra propia corriente. Otra vez. Al menos hasta que volvamos a morir, y tengamos que resucitar como cada vez. Quién sabe si esas muertes no son sino pequeñas pausas, estados de limbo, paradas de emergencia. Hay que usarlas para resucitar, no para desaparecer. El folio en blanco, el cursor de Word que parpadea insistente demandando actividad, el ventilador del ordenador como banda sonora de un silencio que dura demasiado. Lo pienso cada vez, incluso en el día más gris lo he dicho…nunca he dejado de escribir…simplemente he dejado de fluir, he dejado de compartir, he dejado de crear cosas inservibles porque pensaba, creía, apostaba por la creación de cosas que valieran la pena. Que error tan grande no darse cuenta del mínimo esfuerzo que hay que hacer para poder cultivar cada día un poco ese huerto fresco sin abandonar las luchas en las ciudades. A veces nos arropamos de tristeza, de frustración, de auto complacencia para resistir. A veces creemos que el sufrimiento nos guía y nos da fuerzas. Nos mentimos porque es más fácil, porque lo maldito tiene más empaque que lo florido. No sé a dónde voy, ni tengo brújula para mi destino. Seguiré caminos cortos y largos, buscaré a quien acompañar o a quien engañar cuan Lobo a Caperucita; cambiare palabras por deseos y amigos por monedas y rescataré al mundo de su ostracismo… o no… o simplemente recordaré de vez en cuando aquellas batallas imaginarias, con las calles de un pueblo por trinchera, los coches ignorantes por enemigos, y el paraguas por fusil, para saber que las rutinas, que las desesperaciones, la vida que creemos, no puede enterrar indefinidamente las sonrisas y las motivaciones. 

jueves, 15 de noviembre de 2012

Año Cuatro

Hay muchos días que abro el Word, lo miro, escribo unas líneas, y me canso. A veces queda ahí, pendiente en mi escritorio de una nueva oportunidad. Otras, directamente desechado sin más vida que esas letras que comenzaron pero no acabaron. Me gusta pensar que no es un reflejo vital; que no tiene nada que ver con lo que pasa en la calle, en mi calle. Que dejar las frases inconclusas no responde a una tendencia desanimada a no completar nada. Me alivia pensar así, independientemente de que sea o no sea verdad. Para eso es mi pensamiento. Siempre digo que escribo mucho. Es cierto, y es además un claro ejemplo de aquello de: cantidad no es igual a calidad. Puedo pasarme repasando una y otra vez aquella historia que escribí hace meses para simplemente cambiar una coma, un punto, o una palabra por otra sin alterar para nada su estructura, simplemente por el hecho en sí de variar algo. Inconformista. Algunos de los textos que pasan esa pequeña criba vital que hace que lleguemos a la ley de todas las cosas, a ese folio pervertido por letras, quedan relegados como subproductos infames, desmerecedores de segundas lecturas, condenados al ostracismo y el olvido por un desarrollo subjetivo de la mala calidad. Mejor ser yo mismo el crítico criticón y fustigarme, cuarenta latigazos, por haber escrito sin medida ni mesura aquellas oraciones. Vivimos en una época de letras: blogs, Twitter, Facebook, elementos que aúnan la escritura y las imágenes, pero que nos limitan a dejar en unos pocos caracteres las ideas más extensas. Muchas fórmulas para poder no decir nada. Nuevas vías de experimentación para auto-probarse, aunque siempre se vuelva sobre los pasos seguros y ya conocidos.  Muchas fórmulas para leer opiniones, barbaridades, sentimientos. Muchas formas de arrancar un principio de algo, una chispa para prender la mecha de aquella idea que desarrollar. Siento rabia en bastantes momentos por aquello que leo y me sale de manera natural escribir y responder y contestar y rebatir y callar y levantar la mano sobre el teclado. Pero no me atrevo. No quiero a veces dejarme llevar por esos impulsos, y termino escribiendo del mar y de los peces. Quizá vaya llegando el momento, el tiempo de cambio. Evolución. Los estados de ánimo a veces son colores que no permiten mostrar todo lo que tenemos dentro porque la rabia, la ira, el enfado son pintura negra que no sirve para mezclar. Estados de ánimo que en el último año me hacen abrir y cerrar puertas y Ventanas y Ojos y vidas y gentes a las que quiero decir sin decir nada, que queda muy bonito y muy poético. El Word me da oportunidades con su facilidad de borrar y de corregir, de aumentar y de empezar una y otra vez. A veces pienso en lo estupendo que sería vivir como escribo, pudiendo corregirme, guardarme, desecharme, publicarme, vocearme o simplemente compartirme.  Me gusta la apología del tiempo, de los viajes fantásticos que nos proporciona dejar constancia de nuestra existencia, de nuestra vida.
Me siento frente a la pantalla una vez más, como tantas otras para detener mi tiempo corriente, cotidiano, habitual, y transformarlo en un paréntesis, de esos que tanto he tenido, en el cual el tiempo pasa diferente, la vida pasa distinta, el ambiente es controlado como si de un laboratorio se tratara, y aunque después tengo que abandonar ese lugar aséptico para volver a otras realidades, queda la impronta del segundo, de esa milésima de tiempo infinito en el cual quedamos suspendidos temporalmente.
Miro atrás de este año… añoro, olvido, deseo, conozco, siento, escribo, borro, comparto…

jueves, 17 de noviembre de 2011

Año Tres

A veces voy recordando momentos de los últimos meses, de los últimos días y siempre tengo la misma sensación: el tiempo no pasa; ni tan deprisa, ni tan despacio, ni a veces pasa de ninguna manera. Simplemente son momentos que se colocan unos detrás de otros, y al recordarlos en cierto orden, suman paso de tiempo. A veces recuerdo el tiempo que me siento a escribir y las historias que me voy dejando en el tintero virtual. A veces sólo repaso las cosas escritas pero no publicadas, para medir ese paso de recuerdos. También contemplo todas las ideas que se han ido plasmando en notas e idas y venidas felices para tener manchadas mis hojas. Muchas veces pienso si haber abierto una pequeña ventana es algún motivo para estar contento o alegre o si el uso debe ser frívolo o quizá usar ese espacio como grito silencioso ganado a pulso para decir las cosas que se me pasen por la cabeza. En este último año hemos crecido en formas y fondos, redes sociales, balcones abiertos a lanzar alaridos sin saber muy bien quien los escuchará. Ahora podemos dejar nuestros caracteres diseminados como onanistas literarios, sin miedo, amparados en la profilaxis cibernética anónima. Ahora estamos en la primera gran fase, el primer escalón de ascenso a un puesto mejor, estamos en nuestro primer trienio de experiencia y ahora podemos empezar a cobrar un plus por todas las letras y todas las frases, y sobre todo, por todas las tonterías que voy escribiendo de vez en cuando. Sólo queda saber en qué gastarse tal ingente cantidad de dinero. En estos últimos trescientos sesenta y cinco días han venido ideas y se han marchado pensamientos, tristezas y alegrías que de esas que viene y van sin medirse. Se han encontrado nuevos caminos, nuevas formas y fórmulas, nuevos sentimientos y sentidos que se mueven, creo que siempre sumando en esa búsqueda del saber, sin saber muy bien hacia donde caminamos, sin dejar de mirar el camino andado, sin poder olvidar el tiempo pasado, ni pensar en si fue mejor o peor, simplemente disfrutándolo, al igual que las propias experiencias. Estaciones de recuerdos vividos e intensos, de esas personas, de esas dimensiones, de esas nuevas vidas que han aparecido entre estas líneas y que seguro llenarán nuevos y grandiosos espacios. A veces el tiempo pasa mucho más deprisa cuando miramos para atrás y nos damos cuenta de la gran cantidad de cosas que hemos sido capaces de hacer en un espacio de días o incluso de horas, sin lamentarnos de los otros espacios o tiempos o personas que dejamos. Creo que es importante no perder las referencias, no perder los rumbos, pero creo con cierta fe, que la contabilidad humana que hacemos de ese tiempo no sirve mas que para cubrir nuestros miedos y ayudarnos a valorar las cosas que tememos. Lo que nos cuesta mucho tiempo parece mas valioso que aquello que logramos en menos. Ese esfuerzo medido en segundos parece mucho mas brillante que aquel otro, aunque la felicidad sea la misma. El tiempo es importante, y así medimos nuestras vidas, pero no hagamos de esto mas que hechos anecdóticos; porque siempre será mas bonito medir nuestra vida en amigos, en espacios, en personas, e incluso en besos.



Tres años de besos...

martes, 16 de noviembre de 2010

Año Dos

La relatividad temporal es algo estudiado, visto y oído por todas partes y rincones. Niñas que maduran antes que los niños, jubilados con espíritu de adolescentes, precoces púberes pertinentes que adelantan la edad de todas aquellas cosas que mi generación retrasó hasta “hacerse mayor”, bebés que siempre llevan ropa de otra edad, porque siempre están más crecidos de lo que corresponde, y jóvenes cansados como abuelos. Me paso días subido a trenes y autobuses luchando por avanzar más deprisa que el tiempo, por llegar sin que el minutero me siegue con la aguja de la hora la libertad de ver pasar esas horas, intentando que este mi tiempo se retrase y corra “einstenianamente” para atrás. La relatividad del tiempo, que nos hace volver la vista y ver que los días, semanas y horas no pasan igual en verano que en otoño; que la caída de las hojas nos proporciona una sensación de lentitud, de cambio, de otro tiempo, y que el verano veloz no tiene a costa de su propia fugacidad. ¿Qué se puede hacer en una hora? Me adentro en las barbaridades que puedo hacer para malgastar esos sesenta minutos, y busco las cosas recónditas, las menos superficiales que puedan ocurrírsele a todos, o aquellas que me preocupan sólo esa hora. La medida temporal del amor, por ejemplo, también nos empuja a la relatividad, a relativizar sobre el conocimiento, sobre si por permanecer tantos o cuantos años al lado de otra persona llegaremos a querer más, mejor y de manera intensa, que aquellos cuyo amor empezó solo dos segundos antes. Una hora es poco ¿Qué se puede hacer en dos años? Escribir, conocer, cambiar, evolucionar, madurar (o no) y darle la vuelta a la vida. Leer, o más bien releer las desdichas que antaño nos hacían quejarnos. Estamos aquí para dejar impronta seria de nuestro paso por el mundo de las ideas, siempre con la mente puesta en el exhibicionismo libidinoso de nuestro cuerdo pensar contemplado, admirado, comentado y publicitado por las cuatro esquinas del universo cibernético. Miro el tiempo, contemplo más bien. Pienso en recuerdos, recuerdo recuerdos, y medito sobre cómo cambian en mi cabeza a medida que pasa el tiempo. Frases sueltas otra vez. Inconexas una y otra. En dos años da tiempo a recorrer varias vidas y no quedarse en ninguna, a explotar y reventar. Momentos de frustración y de alboroto, que se cierran con puntos y signos ortográficos. Relativizo el tiempo para pensar que dos años no son nada y recuerdo cada movimiento en el teclado de mis dedos. A quien dirigía mis letras pensadas en flechas o en dardos, a quien las quiero llevar cada segundo, o si quizá no habría nadie destinado para ninguna de las palabras. No son iguales dos años para todos; creo, de hecho, que no serán iguales ni para uno mismo. El tiempo dura lo que dura el tiempo, y eso es bastante relativo. A pesar de todo, con tonadilla sesentera de banda sonora, resistimos el paso del tiempo, aunque sepamos que esa resistencia es batalla perdida. Resistimos la relatividad haciendo efectivo, tangible y vivido ese tiempo que quiere ahogarnos y sobrepasarnos, haciendo que nuestros pequeños esfuerzos por dejar algo que ese tiempo no pueda llevarse por delante, y sin saber siquiera si algún día lo conseguiremos, queden por ahí en la retina de algún recuerdo; y puede que a nuestro pesar, a ese pensamiento solo sólo el tiempo le dará o no la razón.

Dos años no son nada…

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Año Uno

Qué osada es la ignorancia. Nos parece que abrir una ventana nos libera del miedo, del mal, de la desidia del aburrimiento del espacio cerrado. Nos atrevemos a hablar sin sonrojo de momentos, casualidades, borracheras, el bien o el mal. Atrevernos a describir como expertos en la materia cualquier cosa que se nos pase por la cabeza, sin pensar en lo obsceno, casi pornográfico que es desnudar cada palabra carente de sentido, con la alevosía de la libertad por bandera.

Qué dignos somos, qué valientes, temerarios, qué inteligentes, atreviéndonos a sentar nuestras pequeñas cátedras, nuestras vanidades, recuerdos y alegrías sin temor a ser descubiertos, indolentes con el paso del tiempo, de las cicatrices y las heridas que cusamos. Anunciamos nuestras vidas con la necesidad encubierta de la vanidad y el egoísmo. Transitamos por la información vital de nuestras horas pensando en la poca importancia que tendremos, en plasmar lo que somos para que los que vienen nos alaguen, humillen, admiren o repudien, desde el placer de saberse el centro, el alfa o el omega de una sensación casi sádica y masoquista.

Nuestras palabras son lanzadas al aire, directas, indirectas, para ti, para mí, para ellos, para todos, para cualquiera que se pase a dar una vuelta por nuestras pieles, abiertas con permiso, y escondidas del receptor real, ocultas al destinatario, que sin saberlo recibe una lanzada en su propio pecho, carente de verdad, porque el cañonero escondió la mano tras apretar el gatillo.

Egoístas de nuestros males, nos liberamos, nos masturbamos el ego soltando el lastre que cada día nos aprisiona, y es verdad, nos sentimos mejor, nos comunicamos, nos sentimos placenteros tras nuestro pequeño orgasmo literario.

A mí me pasa.

Me goza y me duele a partes iguales, pero disfruto de mis momentos, de mis pequeños regalos, a esas personas que sé que están ahí y a las que a veces me cuesta tanto hablar. Me gusta poder dejar ahí, para quien lo quiera, un recuerdo un trazo y quién sabe si una esperanza, para que lo que tenga venir sea siempre mejor.

No voy a cambiar el mundo, no lo pretendo. No voy a dar luz a la oscuridad, no lo quiero. No voy a descubrir nada con estas letras, mi ignorancia no me deja. Pero al menos, vivo fuera de mi y dejo de lo dentro un poco, para llegarte, para escribirte, para sentirte, sonreírte y quizá (o sin quizá) para amarte, aunque tú no lo sepas.

Un año de tonterías no podía celebrarse de otra manera…