Estoy roto. Partida el alma en dos. Sin
ganas de otra cosa que ver pasar el calor y la noche una cosa detrás
de otra. Con el llanto apretado en cada respiración y el pecho
oprimido a cada suspiro. Sin aire, sin vida. No lo entiendo... de lo
mas bonito, de lo más grande, de lo más inmenso nace este dolor
mudo que se ahoga sin poder salir. Nada sirve, nada calma, nada
mitiga. Ni la esperanza ni el egoísmo ni la vida de los otros me
lleva a ningún camino. Me muevo despacio para no cansar este cuerpo
débil y dolorido, en silencio para no recordar sonidos que
despierten los mas profundos pensamientos sentimientos, desnudo por
la casa para no sentir más peso que el de la propia piel, intentando
golpearme para destruir los recuerdos. Aquellos recuerdos. Los
recuerdos felices, las promesas felices, las felices palabras que me
asesinan. Desespero en mi ignorancia, en mi no saber moverme por este
angosto laberinto que me lleva a ti. Que me duerme en ti, que me hace
respirar en ti. No me quedan más palabras. No me quedan mas
oportunidades porque nos las hemos quitado de las manos. No me queda
nada posible por lo que llorar. Sólo quedan los imposibles. Mis
manos tiemblan sin sentido, sin fuerza, sin conocer causas ni
motivos. Mi voz se apaga y titubea en cada acento sin lograr sacar el
aire que obstruye mis entrañas. De lo más grande nace este dolor.
De lo mas pequeño esta vida. Anhelo la mirada, el pensamiento y el
celo. Celo que nunca existió y que ahora se clava a cada minuto de
tu distancia. De lo que no soy capaz, de lo que no puedo evitar, de
lo que no sé superar. De mi egoísta vida que te quiere tener cerca
en la lejanía de tu deseo. La obsesión se apodera de mis venas que
se excitan a cada paso sin ti. Mi alma, mi vida, mi sexo, mi cabeza,
mi cuerpo, mi pensamiento, mi envidia, mi sonido, mi latido, mi
brecha eterna entre lo que soy y lo que deseo. Entre lo que te
ofrezco y lo que quieres, entre la felicidad y el desorden. De esta
muerte que sufro que no puedo remediar, que no puedo mirar, que no
puedo enterrar. Así pasan los segundos de este exilio que nunca
acaba, que siempre vuelve, que ahora llega. No necesito nada de ti.
No te necesito para vivir. Soy uno grande sin ti. Soy el amo de mis
pasos y dueño de mi destino. Soy aquel que levanta vuelos y miradas.
Nada sirve, nada calma, nada mitiga. Es la letanía que me repiten
los sonidos que no quiero escuchar. De todo lo que soy, de lo fui y
de lo que seré. Las lagrimas que me caen a cada momento de tu
ausencia de tu recuerdo de mi vida me recuerdan la sal de tu piel.
Así pasa este tiempo infinito que me odias. Así pasa este tiempo
infinito que me amas. Así muero sin ti, igual que muero contigo,
porque este amor infinito que me quema, lo hace igual cuando te miro.
Porque estas ganas de morir son las mismas cuando me rozas en la
noche. Porque no hay diferencias entre este amor y esta vida, que la
de partirme el alma en dos y darte el trozo que manchaste. Porque
igual es esta vida sin ti que con la cercanía de tu mirada. Roto
estoy a tu lado, pero completo de tenerte. Así es también cuando me
sonríes y cuando te beso, la misma muerte, la misma pena. Feliz de
encontrar ese camino que me llevó. Recuerdos de escasos tiempos. De
esos que alumbran la tierra. De esos eternos que nunca se acaban.
Estoy roto, partida el alma dos.
La mía y la tuya.
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