lunes, 27 de julio de 2009

Capitulo 2.

N
La verdad es que había sido relativamente fácil llegar hasta ahí. Al principio, lo complicado fue saber cómo. Luego, más que difícil, trabajoso.
El camino estaba marcado. Le costó un poco dar con ello, pero estaba ahí delante, justo en la punta de sus narices: en la literatura, en el arte, en casi todo. Si al Cielo se llegaba por la virtud, al Infierno se llegaría por los vicios, o al menos por los más importantes, los siete más importantes.
“Estamos apañados”
Había que reconocer que caer en los Siete Pecados Capitales, uno detrás de otro, era bastante más placentero que la vida de restricciones que había llevado. Al menos hasta hace unos días.
La Gula sería lo primero. La gula habla de los excesos en general, no como habitualmente se piensa sólo en el comer. Se trataba de caer en el exceso del vicio, y necesitaba una ayuda, un estímulo: la ginebra.
“Un ángel borracho” Lo pensó mientras se reía sin poder evitarlo de las pintas del camarero, atónito a la cantidad de copas que llevaba. Salió tambaleándose de aquel tugurio a duras penas. No anduvo mucho. Tenía prisa y no mucho tiempo. Paró ante la puerta de un local que prometía bastante: “Edén” ¿Sería una señal?
“Si lo conocieran de verdad, no se les ocurriría poner su nombre”
Un local oscuro, lleno de luces de neón esforzándose por encenderse, chicas medio desnudas aguantando sobes de borrachos trajeados, y hombres con pinta de matón de película italiana. No tendría que moverse de allí para completar el camino.
Lujuria, Envidia, Ira, Soberbia, Avaricia y Pereza. Cada uno de ellos se reflejaba en las caras de todas esas personas. Incluso en la suya propia, devuelta por los espejos que adornaban cada rincón, y que no hacía más que recordarle hasta donde estaba dispuesto a llegar, y lo que debería pagar por ello. Estaba seguro que todos los demonios del mundo estaba ahora mismo apostando a si sería capaz o no, de hacer aquello, de dejarse arrastrar, de ver como El no hacía nada por intentar salvarle. Y se reían a más no poder.
Los maldijo a todos. Estaba hecho. Se giró y lanzó su vaso contra aquellos espejos, rompiéndolos en mil pedazos y provocando que todo el mundo se girara a contemplarle, a admirarle, a temerle, a desearle…
Cuando abrió los ojos ya no estaba allí. No recordaba mucho, la resaca lo acompañaba y no parecía tener muchas ganas de abandonarle. Un revuelo en aquel bar, un par de chicas a las que subió a una de las habitaciones, más golpes y salir apaleado a un callejón por no querer pagar. No creía que fuese verdad lo que veía ahora
Allí estaban ante él, como si fuera una broma pesada de algún profesor de arte: La Porte de l`Enfer…

viernes, 3 de julio de 2009

3. (el amor es un balón de futbol)

Me he comprado un brazalete de esos que te permiten llevar el mp3 mientras que corres. Lo voy a estrenar. (“Mientras me aguanten los huesos” de Fito) Vaya…Bajo las escaleras y me largo al parque. Correr me libera un poco la mente. El amor es una cosa maravillosa, aunque cada vez me convence más que no existe. O no al menos como la idea romántica idealizada que culturalmente tenemos en el imaginario colectivo. Existen muchos sentimientos, muchas sensaciones que podemos asociar al amor, y que nos hacen igualmente felices. Hay un ejemplo que me gusta mucho pensar, y que une amor y fútbol. (“Perro Viejo” de Fito ¿no tengo puesto eso de aleatorio?) Ahora en esta época de verano los equipos de futbol mercadean con sus futbolistas, y éstos en muchos casos se dejan hacer. En unos meses veremos como unos tipos en calzoncillos besan y abrazan los escudos de sus camisetas a cada celebración. Hombres que una temporada atrás hacían lo propio de otras camisetas de otros escudos. Yo he jugado al futbol (bueno, yo salía a correr como poseído detrás de la pelota y bastante hacia con no volver a casa magullado cada fin de semana) y sé lo que se siente cuando se dispara la adrenalina, la emoción de la competición y las pasiones que se desatan, por eso no pongo en duda los sentimientos de esos deportistas, que “sienten los colores” como su segunda piel, aunque cada año muden de piel por un precio razonable. Ahora es cuando hago mi reflexión intentando darle sentido a este ejemplo. ¿Cuántas veces nos podemos enamorar? ¿Podemos ser como los futbolistas? Volviendo a aquellas líneas, si el amor fuese eso que debería ser sólo nos enamoraríamos una vez. Sólo una. Pero no es así. De hecho es posible que pasen por nuestras vidas dos o tres o cinco o diez personas a las que les habremos dicho “te quiero”. También es posible que no, que encontremos esa persona, única y complementaria, y pasemos a su lado el resto de nuestras vidas. Confieso que conozco bastantes ejemplos de ambos casos. Yo pensaba ser como Guardiola, estar siempre en el mismo equipo, desde pequeño…pero no pudo ser, mi equipo decidió que era mejor vender. Como suele pasar con esos jugadores, que se pasan toda la vida en el mismo equipo hasta que salen, y entonces ya no paran de moverse de un lado a otro, como trastos que no sabes donde colocar (“Barra Americana” de Fito, again) Y así fui dando tumbos, besando escudos. Que cruel suena esto… Tengo que pasar de Fito… hasta que por una serie de carambolas haces una gran temporada en otro equipo, y te vuelves a plantear ser Guardiola. Ahora ya tengo la edad en la que a los jugadores se les empieza a decir “viejos” y no tengo equipo. Llevo una temporada añorando. El amor es una cosa maravillosa. (Por fin pasó Fito “La revolución sexual” de La Habitación Azúl) Recuerdo cuando murió Juan Gómez “Juanito Maravilla” que lo enterraron y encima del ataúd había dos camisetas, sus dos amores, la del Real Madrid y la del Málaga, aunque también jugó en el Burgos y el Atlético de Madrid. Que reflexiones más raras…esto es la vida sana…en cuanto vuelva casa, chocolate en vena… Me cuesta mucho separar ciertas sensaciones que añoro, sentimientos y personas, aunque sea capaz de identificar que sus momentos de amor ya pasaron (“Miedo” de Mclan…vaya tela) Quizá encuentre muchas personas a las que acercarme, con las que sentirme bien, a las que querer y que me querrán, incluso puede que acabe mis días acompañado y feliz. Pero ahora me cuesta mucho darle patadas al balón, y echo de menos…bueno, no se…quizá sea la soledad la que me hace pensar esto. Que las cosas nunca son como queremos, o si y somos nosotros las que las estropeamos, o yo, que nunca supe rematar de cabeza, o yo que se…me vuelvo a casa. Estoy sudando como si me hubieran tirado un cubo de agua por encima. (Esto no sé lo que es…algo en ingles, debe ser de “fama” lo de bailar) El amor es una cosa maravillosa…y el futbol, también. A las duchas.

viernes, 19 de junio de 2009

Capítulo 1.

I
Hacía mucho calor.
“Normal” Pensó. “Así debe ser, por eso esto es el infierno…”
Algo extraño. No se parecía mucho a lo que estaba acostumbrado a imaginar, aquello de la cueva, las llamas y una olla gigante dónde se quema a los condenados, removida por demonios y diablos, tridentes y esas cosas.
Ante sus ojos, en su lugar se abría una estancia amplia, sin muebles, luminosa, blanca, casi más parecía lo que la imaginación nos traía como “Cielo” que al mismísimo reino de Satán. En vez de esos seres rojos, una mujer, vestida de traje negro y un hombre igual de elegante hacían las veces de recepcionistas, parados en el centro de la nada. La mujer se acercó. Aquellos ojos negros se clavaron en él.
“¿Confundido?”
“Un poco…”
“Suele pasar. ¿Me acompaña, por favor? Le están esperando”
Aunque había intentado no hacerlo, el escote de aquel traje pedía a gritos ser admirado, donde un pecho generoso se insinuaba. La mirada furtiva, fue cazada por ella, con picardía, sabiéndose deseada. Con un leve gesto de las cejas, parecía que le preguntaba si era de su agrado... Se volvió lentamente para indicar el camino. Sus pasos cadenciosos movían la cadera redonda, casi perfecta. Imposible imaginar que aquello fuera un ser del inframundo.
Aquella mujer se paró a los pies de una escalera interminable, igual de blanca que el resto de la estancia, mármol y metal. Con un leve gesto de las manos, indicó que debía subir.
Al final de la escalera un puerta. “Vaya, otra más” Aquello de las puertas no era un cuento. Ya se había hecho a la idea de que detrás de alguna de ellas estaría el enorme perro sangriento aquel de tres cabezas, aunque de momento, nada tenía que ver con nada. Esa puerta estaba entreabierta.
Al traspasarla se cerró. “Ahora sí que la hemos liado”. Oscuridad total. Ni siquiera se volvió a intentar abrirla. De algún lugar salía un pequeño haz de luz, que daba algo de nitidez a esa oscuridad, y aun tardaría un poco a acostumbrar sus ojos a la penumbra.
Alguien (o algo) estaba cerca. Sentía la respiración profunda, el aliento de un ansia leve pero cercano. Muy cerca. La luz era escasa, pero ya podía intuir, justo delante de él, las formas de una mujer. ¿Desnuda? La penumbra no le daba los detalles, pero la forma era inconfundible, redonda, tersa… se acercaba lenta, haciendo que los tacones sonaran nítidamente. “No tan desnuda”. Algo sostenía en las manos, que no alcanzaba a diferenciar. El calor se intensificaba por momentos. Ya la veía claramente. Justo delante de él.
Ahora ya sabía lo que tenía en las manos…

miércoles, 17 de junio de 2009

2.

Estoy sentado en el tren.
Como dice la zarzuela, “los tiempos avanzan que es una barbaridad”, y puedo escribir esto sin que tenga que pasar por garabatos apenas legibles de libreta. De ésos tengo más “tontás” como dicen en mi pueblo… Veo pasar mi paisaje. La verdad es que no es bonito. Es plano, árido, amarillo, aquello de “llanura manchega” que ahora poco a poco se reverdece con la llegada próxima, apenas un par de meses de la vendimia. Por otros lares de Castilla-La Mancha habrá otras bellezas, pero esto, mi tierra, la mía de verdad, es “La Mancha” (hablemos con propiedad). Me gusta volver a mi tierra aunque sea para un par de días, fugaces. Ver como las cosas “del pueblo” no cambian. Dicen que nosotros no somos de un pueblo, sino que somos “del pueblo”. Dicen muchas cosas de nosotros, áridos como buenos manchegos de llanura, cabezones y peleones, como el vino y el queso, y tercos como mulas. Brutos, y divertidos “mas bastos que un arado” Somos “el Lepe de la Mancha” Hoy salí a ver a la familia, a los abuelos que me quedan. Todo en el pueblo está a un paso, por mucho que se empeñen las marujas en sacar el coche hasta para ir a la plaza. Ahora están con la zona azul a vueltas, verás que risas… Las casas siguen predominando a los pisos, la plaza del pueblo está despejada, como siempre. Antes la presidia una rotonda de verde, pero un buen día el alcalde de turno decidió poner una fuente y quitar los jardincillos. En la plaza está el casino, y allí se sientan los abuelos, de cara al paseo, bajo el toldo, para ver pasar a las mozas, mozos y mocetes (un mocete es el que se lo come “to”, se lo bebe “to”, y a la que pilla la “arzalea”) El ayuntamiento, y la posada. La mujeres se pasean, típicas manchegas, bajitas culonas pechugonas y con dos litros de laca. Cuando una moza crece no se convierte en mujer, se convierte en “hermana” y el abuelo pasa a ser “hermano”, y si va con una “bicicleteja”, por el medio la calle, “con más peligro que once viejas”, lo miras y acabas pensando: “regular el hermanejo”
Ya me va quedando menos, en unos años habré repartido mi vida entre varias ciudades a partes iguales. Una pequeña parte de mi se siente “de Madrid” Ojo, no “madrileño” no nos confundamos y la liemos. Pero no puedo dejar de sentir algo extraño cuando llego por allí después de un tiempo.
Por las noches el cielo está tan cerca que se pueden tocar las estrellas, y descansar al sonido de los grillos en el “corral” de cualquier casa, jardín vulgar que llaman otros. O salir a dar un paseo y saludar a todos los vecinos que están con sus sillas, sentados “al fresco” en las puertas de las casas. Entonces te acercas a saludar “Es que hace mucho que no vengo por el pueblo” “Madre mia… ¿pues como está tu padre?” “Se jubiló hace poco” “Pus anda” “¿No lo conoces? Es el chico de Manolo, el de la caja, que se fue a los madriles” Así hasta que te empiezan a preguntar las hermanas “si es que no te casas…”
Por aquí aprendí a montar en bicicleta, en una GAC granate, calle arriba calle abajo, y más tarde en mi Motoreta BH cual “Bici Volador” entusiasmado (y eso que no sabía que Nicole Kidman era ella!), a tirar el trompo, a jugar a las canicas, a ser un tuercebotas futbolero, con esas porterías en la era, a enamorarme y a echar de menos un sitio de paz donde encontrarse en un bar con los amigos, sin necesidad de mandarse cuatro sms o publicar tu estado “yendo a tomar café” en el dichoso muro del dichoso “feisbuk”, simplemente porque es el bar de siempre.
Anuncian que mi tren entra en Atocha. El vagón se revuelve y todos se preparan. Mi pueblo no tiene tren porque los antiguos lo quitaron, pensando que era un mal invento y les contaminaba las tierras. Ahora los bisnietos de aquellos se pelean con los gobiernos porque se lo vuelvan a traer. Somos asín.

miércoles, 20 de mayo de 2009

Locos y sordos

Supongo que para completar el título faltaría "solos". Digo, o mejor dicho escribo, "supongo" por que aun no estoy muy convencido de ello. Quizá al final de estas lineas lo haga.
Me llama la atención, mucho, andar por la calle y encontrame a mi mismo parapetado tras los auriculares de mi mp3, observando, mirando y curioseando a las otras personas que tambien llevan su musica, aislados de todo lo que les rodea, de lo que nos rodea. Andamos, a lo nuestro, con nuestra banda sonora particular, sordos a la calle, a los sonidos de cada paseo, imaginando esas imágenes mezcladas con la musica que cadad cual tenga, ajenos a todo, como zombis paseantes todos sordos...(que me perdonen por usar de esta manera el termino "sordera") Hay una versión más sofisticada, son los de la categoria "hablando por el movil" Supongo que a la gente más joven no le resulta raro, como ya a nadie, vernos hablando, movil en ristre, por la calle, pero no hace mucho, ir por la calle hablando por el aparatito, que eran autenticos ladrillos, era un hecho casi vergonzante (habia un chiste: "en que se parecen un movil y un condón: en que ambos dan cobertura a un capullo")Ahora hemos dado un paso más, y ya no lo necesitamos, podemos engancharnos los auriculares del teléfono y hablar con las manos liberadas. Así pues no es raro cruzarse con gente que habla y gesticula, como si su interlocutor lo pudiera ver. Confieso que yo he sido de esa gente, mezcla de snobismo y pijerio. Pero ahora cada vez que me tropiezo con alguien así, pienso "todos locos" Sólo nos falta conseguir unas gafas que disfracen nuestros paseos de imágenes más atractivas (todo llegará)
Estas tonterias me llevan a pensar en la soledad, en la búsqueda que la gente hace para evadirse de sus propias realidades y buscar salidas de escape a nuestras vidas, con sonidos, con momentos, con imágenes, con invenciones para hacernos felices, más autofelices.
Quizá esto no sea sinónimo de soledad, sino de avance a un mundo mejor, queizá solo me sirva a mi que vivo en una ciudad y aqui tributa el "salvese quien pueda", y no se da en los lugares allende las montañas, quizá sólo sea el astío de estar rodeado de gente y sentirse solo...
Tambien hay una cosa que me llama mucho la atención cuando camino por la calle, y es encontrar gente que va sonriendo, que anda sola, saliendo del metro, cruzando la calle, y lleva puesta su mejor sonrisa, y no sabemos la razón, pero ahí está, compartiendo su alegria con todos...quizá porque en su mp3 suena esa canción que nos hace brillar, o porque por desde su "manos libres bluetooth", alguien le acaba de decir "te quiero"

domingo, 4 de enero de 2009

1.

Respiro.
Estoy vivo.
No puedo abrir los ojos, los párpados me pesan, lo intento, desisto.
Mi cabeza palpita, es como si el cerebro intentara expandirse intermitentemente y chocase brutalmente cada vez contra el craneo. Es doloroso, es un martillo que machaca, incesante.
No puedo moverme.
Siento frio en las piernas.
Intento repasar mentalmente las últimas horas:
¿Cómo llegué aquí?
¿Vine solo?
¿Que pasó?
No recuerdo nada, o recuerdo demasiadas cosas que se entremezclan y lo único que consigo es acelerar el ritmo del latente dolor de cabeza.
Vuelvo a intentar abrir los ojos, la respiración es más fuerte, el dolor es más fuerte, el frio es más intenso.
Tengo un brazo dormido, no puedo sacarlo de debajo de mi propio cuerpo.
Mis piernas no responden, mis pantalones están a medio quitar, estoy tumbado sin nada que me cubra.
¿Que hora será?
Poco a poco consigo abrir los ojos. Todo está oscuro.
El teléfono, mi teléfono movil. Me pregunto donde estará.
El brazo que me queda libre lo busca. Tiene que estar, fue un ruido suyo el que me despertó.
Noto ahora que mi boca está seca, pegada, amarga.
El cuerpo no quiere moverse, a cada mínimo espásmo muscular la cabeza responde con una gran sacudida de dolor.
Los síntomas parecen claros.
Repaso las posibles causas: 1,2....3,4,5...6,7...8....no creo que fuesen más.
Mi mano parece que palpa algo frio: es el teléfono.
Aunque sea débil, la luz del desbloqueo cae como un fogonazo, el pitido como un estruendo.
La pantalla lo aclara todo:
13,30
01/01/09

...Cómo odio la resaca de nochevieja...

martes, 2 de diciembre de 2008

casualidad y causalidad

Cuantas veces se habla ( o se escribe) de esto...
Es un juego de palabras que me gusta mucho. La verdad es que no sé con exactitud las definiciones de estas palabras, así que voy a jugar con aquello de "la ignorancia es muy atrevida".
Siempre he creido en las casualidades, esos hechos, momentos, casos y cosas que suceden sin orden ni concierto en la vida y que no podemos evitar. Hace poco leí que los hombres buscamos excusas para nuestros devaneos vitales (perra vida), y que la casualidad nos ayuda a soportarlos: no podemos evitar que sucedan ciertas cosas, que pasan "por casualidad..." Pero desde hace un tiempo, siempre asocio a las casualidades una causalidad (no se si esto etimológicamente es posible-viva la palabra "etimológica",viva y bravo-)
Me auto explico. Creo que la vida está llena de casualidades, pero que para que esas casualidades nos afecten, nosotros debemos convertirlas en causalidades (tengo que releer esta frase...) Ejmplo aclaratorio clarificador. Un día andando por la calle nos encontramos con un amigo, de esos que hace mucho que no vemos, casualidad. Ahora desde aquí lo que ocurra ya es cosa nuestra: podemos pararnos, hacer como que no lo vimos, saludarnos sin más, quedar para vernos tranquilamente, excusarnos del poco tiempo que tenemos y seguir adelante...causalidad. De esta forma nosotros hacemos el hecho consciente y no motor poderoso del devaneo vital... no se, no creo que todo tenga una casusa-efecto implícita, sino que somos nosotros los que decidimos hacerlo así. (seguro que hay mil ejemplos que lo contradicen, pero no voy a ser yo quien los exponga)
Esta disquisición podría agruparse en el capítulo: "tonterias"
(el "blog" esa puerta al derecho de decir cosas y quedarse tan ancho)