Estoy muy cansado. Hoy el día ha sido un poco más largo, un poco más pesado, y un poco más duro de lo que esperaba encontrarme cuando amanecí. Además estoy un poco triste, que parece hace que las energías se disuelvan en los pensamientos y en los recuerdos de este verano que termina. Por alguna razón, esas cosas de la sugestión creo, la música que va sonando en mis auriculares se agarra a un final, a una representación de algo que termina irremediablemente. Nada trágico; no lo és nunca aquello que sabemos que tiene un final que sabemos llegará. Todas las canciones suenan a despedidas, a desamores, a historias que suenan “mejor solo que mal acompañado” Al final todas vienen a decir lo mismo: que triste estoy y que poco me quejo (o parecido) Me sonrió mientras pienso que debería empezar a escuchar más música en inglés, de cualquier modo, de cualquier estilo, porque total, no entiendo la letra, y la ignorancia, a veces, nos da la felicidad. Quería cerrar mi día contento y feliz cual regaliz, meterme en la cama sin pensar en nada más que en despertar al final del verano y volver a los ciclos y círculos que abren y cierran. Quería terminar el verano pensado en todas las cosas positivas que he aprendido en los últimos meses, en las gentes y las relaciones que han aparecido para salpimentar sus momentos. Quería parpadear para respirar profundo y dejarme llevar por el latir del sueño de un día cansado. Por querer, que no quede. Muchas de esas intenciones se van a cumplir cuando termine de preparar de mi agenda, mis recuerdos, y mis días que vendarán, cuando me meta en la cama, vencido ese insomnio que me acompaña como compañero fiel (a veces me da pena pensar en librarme de él, que está ahí siempre) y entonces algunas intenciones se quedarán. Otras no pasarán por aquí hoy porque el cansancio se lo impedirá, porque la tristeza no me dejará ponerme más bucólico-melancólico. Me asomo a la ventana, a recoger el olor de la tormenta de verano que ha pasado hoy por aquí para completar el día, para fumar el último del día conmigo y relampaguea y truena aquí, en esta ciudad a la que le cuesta tanto oler a naturaleza. Mi calle a estas horas es tranquila, serena y asemeja a cualquier calle de cualquier lugar, camuflada como capital del reino, podría ahora pasar desapercibida. Caladas finales, y pequeña luciérnaga artificial que vuela desde el tercero. El ordenador parpadea encendido. Apagar. Me encuentro cansado en este final de verano, en este principio de curso. Toquemos retirada, la cama espera, los sueños esperan, los recuerdos esperan, el futuro aguarda para ser descubierto y seguro que hay canciones menos tristes que llegarán a nuestras orejas. Aunque sean de Raphael…
miércoles, 31 de agosto de 2011
Vacaciones santillana 9
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