Digo muchas cosas. A veces pienso
que demasiadas. De manera que hasta yo me doy cuenta de la cantidad de
verborrea que acumulo. Y todo para que finalmente ninguna de esas palabrerías
acabe por llegar a ningún lugar. Después, pienso entonces, miento más que hablo
y nunca cumplo con todo lo que anuncio. Las palabras que se lleva el viento
como todo el mundo sabe, y hay que darlas con peso específico. A pesar de que
puedas pasarte la vida farfullando es bastante posible que nunca llegues a comunicar
nada, que hables con las paredes de manera más fluida que con las personas, las
almas y los cuerpos. Quizá solo piense que el producir sonidos guturales
construyendo palabras en un código conocido sirve para pasar por la vida de una
manera justa y digna y personal y única y reconocible y perfectamente
clara. Pero la realidad es otra. La
realidad nos sitúa en un mundo de nuevas y maravillosas formas de comunicarnos
más allá de la palabra, y nos deja incomunicados en este orbe en el cual la
comunicación instantánea nos lleva de un lado a otro, y nos aísla de la
necesidad de miradas, de gestos, de tactos y de imágenes. La evocación se queda
atrás para ser adelantada a velocidades incontrolables por líneas de texto, con
caracteres mínimos que nos concentran, por abreviaturas que nos hacen
irreconocibles y facilitan que las voces se acallen en el aire para gritar en
nuestras cabezas. El futuro de las
comunicaciones elimina las palabras que somos capaces de pronunciar por
aquellas que somos capaces de leer. La información visual, la inmediatez, la
insensatez de pensar que con más medios transmitimos mejor. Antes buscábamos el
hueco de nuestra línea de tiempo para en la distancia hacer esa llamada que nos
introduzca en las vidas de las personas lejanas. Ahora puede que simplemente
leyendo nuestra TL encontremos un RT y fue aquella persona de la que estamos
interesados la que al hacer un MD a otro conocido que decidió ampliar con su MT
y crear de la nada un TT que nos informe.
Disfruto con el uso de la palabra. Enrevesado dilema de dialéctica
inútil que enlaza las palabras sin aparente sentido. Disfruto con el buen uso
de la comunicación e intento siempre hacer que la imaginación vuele al recrear
en aquellas conversaciones, escritos y miradas todo lo que a veces no soy capaz
de transmitir o comunicar. Cuanto tiempo que recordar, en ese pasado de los
primeros escritos a mano, a bolígrafo bic, en un papel mal cortado dejando un
reconocible anónimo entre los libros de una enamorada, versos que no sirven de
nada, si al levantar ella la vista de su mesa no encuentra la mirada cómplice
del furtivo poeta de instituto. Se escribe de la muerte de la palabra, de cómo
el wassap, el twitter, o el line, lapidan la comunicación y afectan a las relaciones,
sin darnos cuenta que los asesinos de aquella cautiva palabra somos nosotros
mismos al no saber frenar el tiempo, que textual se pierde entre puntos
suspensivos sin otra ayuda que empujones literarios. A mí me gusta usar todos
esos vínculos. Aprendo a usarlos, a generar en ellos aquellas palabras que me
gusta tanto usar, y que a veces pienso que uso en demasía sin decir nada. A
veces simplemente a veces, queremos decir y sabemos cómo hacerlo… y lanzamos
palabras para que otros imaginen historias…
LOL… y a correr WTF?
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