miércoles, 19 de agosto de 2009

Capitulo 3.

F
Todo sucedía muy deprisa. Por alguna extraña razón ella lo miraba diferente. Era como si supiese lo que estaba haciendo allí, como si supiera quién era él. Cuando salió corriendo no pudo resistirse, buscarla, salir corriendo detrás de ella.
Eso había sido el comienzo de todo.
Una mirada.
Estaba allí, parado, observando que todo se desarrollaba con normalidad. Que la rutina del trabajo era la correcta, cuando notó que unos ojos se clavaban en él. Al principio pensó que la curiosidad era mirar a todo el mundo que se arremolina en un accidente de tráfico: lo que ocurre, quien está, quien mira. Pero aquella mujer sólo lo miraba a él. La gente corría de un lado a otro, intentando averiguar, pero ella estaba inmóvil, sólo con la mirada fija. Clavada. La empezaba a notar insistentemente, sin inmutarse de nada, ni siquiera cuando comenzó a llover cambio su postura. Quieta. Inerte. Mirándolo.
Vio como giraba la esquina, a paso ligero. Cuando él entro en la calle vio su silueta, de nuevo parada, como si le estuviera esperando. Al andar hacia ella, volvió a echar a correr. Era un juego que no podía evitar. ¿O que no quería evitar? La lluvia lo empapaba, y ella se movía veloz entre las callejuelas. Hasta que desapareció.
Igual que en las películas americanas, al meterse en el último callejón desapareció.
Recorrió la estrecha calle lentamente mirando cada rincón, buscando entre las sombras. La lluvia caía insistentemente, no importaba. Algo hacía que esa misteriosa forma llamara tan poderosamente su atención. Algo no era normal, y lo sabía.
Nada.
Entonces, sin apenas notar su presencia, una mano se apoyó en su hombro. Quiso girarse pero la mano apretó para que no lo hiciese. La otra mano le tocó la cara. Le acariciaba. Era blanca, muy pálida, muy suave. Notó como las manos lo cogían y se movían de forma que lo apretaban, pero no dolorosamente. Notó el pecho de la mujer en su espalda, la cabeza apoyada en sus hombros, era un abrazo.
Lentamente permitió que se diera la vuelta. Estaba allí, abrazada a hora frente a frente. El agua resbalaba por su cara, apenas iluminada por las farolas, pero que era tan pálida como aquellas manos. Quiso abrir la boca, preguntar, pero como si ella fuese un paso por delante coloco la mano en su boca, pidiendo silencio. Al apartarse vio que aquella mujer era hermosa, extraña. Vestía un abrigo largo hasta los pies. Ahora se fijaba, estaba descalza. Sin decir nada se desabrochó poco a poco, dejando ver su cuerpo desnudo bajo aquella prenda. No podía decir nada. No entendía nada. Tampoco quería moverse. El tiempo se había detenido. Ni un coche pasando, ni un ruido más allá de la lluvia, ni un alma…ni siquiera ellos tenían alma.
El cuerpo desnudo se acercó a él…

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